La detención de Lula, la citación a Cristina, el impeachment a Dilma, entre otras muchas acciones que realiza la derecha en Latinoamérica, revela un nuevo "modus operandi" que reemplazó a los antiguos golpes militares.
La derecha económica y política ya no necesita servirse de los militares tomando directamente los gobiernos. Ahora prefieren mantener una apariencia de democracia, sin anular instituciones como los congresos o las votaciones, ni perseguir físicamente a adversarios (a algunos sí, pero no en forma sistemática y total).
La imagen de un general asumiendo el mando de la Nación ya es vetusta y anacrónica, pero más aún: no la utilizan no para evitar el anacronismo, sino porque no les resulta tan útil. Tienen mejores posibilidades.
Grupos políticos de una derecha que aparenta modernidad, pero sólo la aparenta (como el PRO en Argentina) cumplen el rol de cara visible que antes ejercía directamente el Partido Militar. Los medios corporativos de comunicación (O Globol, en Brasil; Clarín en Argentina, por ejemplo) siempre fueron sustento comunicacional, pero ahora lo hacen desembozadamente y con más intereses, ya que dejaron ser simples diarios para pasar a ser parte del Poder Económico concentrado. A ellos se les suma otro instrumento: la "familia" Judicial, un sector conservador, antidemocrático, cuasi monarquico, que comulga con las ideas de derecha, no paga impuestos y posee cargos vitalicios.
Todos ellos (grupos políticos de derecha, medios corporativos, jueces) al servicio del gran patrón de siempre: el poder económico real.
El impeachment a Dilma, la persecución a Lula para deslegitimarlo como candidato a 2018, el revanchismo frente al Kirchnerismo para también limarlo hacia el futuro son ejemplos de lo que esta entente puede lograr. Inventando causas judiciales, destruyendo imágenes publicas de dirigentes o directamente apartando a gobernantes elegidos por el Pueblo de sus legítimos cargos.
Ante esa situación, agobiante, para el Proyecto Nacional, Popular y Latinoamericano se abren nuevos desafíos. Uno -de los muchos- creo que tiene que ver con al asunción por parte de los grupos organizados del Proyecto Popular de la necesidad de crear una dimensión pedagógica de la política. Cuando Lula o Cristina hablan, dictan cátedra, nos enseñan cómo funciona el mundo, cómo está la correlación de fuerzas, en qué sentido debemos movernos.
Pero esa palabra debe llegar a toda la sociedad, ponerla en discusión especialmente con una clase media muy afecta a votar en contra de sus propios intereses. Los cuadros políticos deben generar esta discusión cotidiana, crear ámbitos donde darla. No es fácil. Los partidos populares si bien tienen cuadros formados, no siempre brindan espacios para la discusión y el debate con otros sectores de la sociedad, a los cuales hay que convencer.
Los militantes muchas veces quedamos en un microclima, convenciendo a los convencidos. Cazando en el zoológico. La realidad de estos días nos exige romper el cerco mediático, pero a la vez dialogar, confrontar, debatir, convencer, con los que no piensan como nosotros. Con las víctimas que están contentas con sus victimarios. Crear los espacios para que eso se dé, es un imperativo de los partidos populares.
La derecha económica y política ya no necesita servirse de los militares tomando directamente los gobiernos. Ahora prefieren mantener una apariencia de democracia, sin anular instituciones como los congresos o las votaciones, ni perseguir físicamente a adversarios (a algunos sí, pero no en forma sistemática y total).
La imagen de un general asumiendo el mando de la Nación ya es vetusta y anacrónica, pero más aún: no la utilizan no para evitar el anacronismo, sino porque no les resulta tan útil. Tienen mejores posibilidades.
Grupos políticos de una derecha que aparenta modernidad, pero sólo la aparenta (como el PRO en Argentina) cumplen el rol de cara visible que antes ejercía directamente el Partido Militar. Los medios corporativos de comunicación (O Globol, en Brasil; Clarín en Argentina, por ejemplo) siempre fueron sustento comunicacional, pero ahora lo hacen desembozadamente y con más intereses, ya que dejaron ser simples diarios para pasar a ser parte del Poder Económico concentrado. A ellos se les suma otro instrumento: la "familia" Judicial, un sector conservador, antidemocrático, cuasi monarquico, que comulga con las ideas de derecha, no paga impuestos y posee cargos vitalicios.
Todos ellos (grupos políticos de derecha, medios corporativos, jueces) al servicio del gran patrón de siempre: el poder económico real.
El impeachment a Dilma, la persecución a Lula para deslegitimarlo como candidato a 2018, el revanchismo frente al Kirchnerismo para también limarlo hacia el futuro son ejemplos de lo que esta entente puede lograr. Inventando causas judiciales, destruyendo imágenes publicas de dirigentes o directamente apartando a gobernantes elegidos por el Pueblo de sus legítimos cargos.
Ante esa situación, agobiante, para el Proyecto Nacional, Popular y Latinoamericano se abren nuevos desafíos. Uno -de los muchos- creo que tiene que ver con al asunción por parte de los grupos organizados del Proyecto Popular de la necesidad de crear una dimensión pedagógica de la política. Cuando Lula o Cristina hablan, dictan cátedra, nos enseñan cómo funciona el mundo, cómo está la correlación de fuerzas, en qué sentido debemos movernos.
Pero esa palabra debe llegar a toda la sociedad, ponerla en discusión especialmente con una clase media muy afecta a votar en contra de sus propios intereses. Los cuadros políticos deben generar esta discusión cotidiana, crear ámbitos donde darla. No es fácil. Los partidos populares si bien tienen cuadros formados, no siempre brindan espacios para la discusión y el debate con otros sectores de la sociedad, a los cuales hay que convencer.
Los militantes muchas veces quedamos en un microclima, convenciendo a los convencidos. Cazando en el zoológico. La realidad de estos días nos exige romper el cerco mediático, pero a la vez dialogar, confrontar, debatir, convencer, con los que no piensan como nosotros. Con las víctimas que están contentas con sus victimarios. Crear los espacios para que eso se dé, es un imperativo de los partidos populares.
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